miércoles, 20 de abril de 2016

"Para ser Periodista", por Roberto Arlt


Hola chicos, les dejó esta columna de un gran autor argentino llamado Roberto Arlt que además de publicar cuentos, novelas y obras de teatro, trabajó como periodista en el diario El mundo. Allí, sus Aguafuertes Porteñas (una serie de columnas costumbristas con tono popular y jocoso) terminaron siendo el principal motivo de consumo de esas grandes tiradas.
En esta se ocupa de la profesión del periodista desde un lugar poco académico. Sus palabras parecen muy actuales y sin embargo esta Aguafuerte fue publicada en 1929... 
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"Para ser un buen periodista"

No me refiero a los buenos periodistas, que son escasos; me refiero a las condiciones que se necesitan para improvisarse un mal periodista como los que abundan, por desgracia, en nuestro país.

La figura del autor
1ra condición: Ser un perfecto desvergonzado.
2da condición: Saber apenas leer y escribir.
3ra condición: Una audacia a toda prueba y una incompetencia asombrosa. Eso le permite ocuparse de cualquier asunto, aunque no lo conozco ni por las tapas. 

Satisfechas estas condiciones, usted puede triunfar, es decir, convertirse en uno de esos perdularios de cara patibularia que lleva a la cola un fotógrafo desencuadernado y que, en cuanto suceso ocurre en la calle, hacen acto de presencia entre la admiración de la gente que cree que los periodistas se lavan la cara y “son personas preparadas”.

De más está decirte, estimado consultor, que la sociología no sirve absolutamente para nada en la profesión de mal periodista. Ni tampoco los dos años de Nacional. Ya ve usted que no puede pasar de tercer grado…

Lo que usted quiere es un empleo

Usted no quiere ser periodista; lo que pretende es un empleo en un diario, y tiene razón en poseer esas ambiciones, porque en la mayoría de los diarios abundan como las moscas negras los empleados, y escasean como las moscas blancas, los periodistas. Dedicarse al periodismo por vocación y porque, en realidad, se poseen cualidades para ellos, está bien, pero muy bien. Mas es el caso que el gran porcentaje de la gente empleada en los diarios está en ellos por la necesidad de ganarse unos pesos; nada más. Así llegan al periodismo infinidad de individuos que no tienen cabida en otra parte ni sirven para nada. Cuando un individuo se da cuenta de su insuficiencia para toda actividad, exclama con un tupé desconcertante: “Me voy a dedicar al periodismo”.
Es fabulosa la cifra o porcentaje de cuadrúpedos que se encuentre en esta profesión.

Uno no sabe si indignarse o reírse, pero de hecho, comienza por admitir que si uno se pudiera convertir en un Mussolini, lo primero que haría era mandar a la cárcel a cuanto individuo se dijera periodista. ¿Usted se acuerda de la historia del “Buen Mozo” de Guy de Maupassant? Es la historia del noventa y cinco por ciento de las personas empleadas en los diarios. Un individuo que se encuentra en la vía y tiene que dedicarse a robar o al asalto en banda, tropieza con un amigo y el amigo se lleva las manos a la cabeza, indignado de ver a un hombre que se ahoga en un vaso de agua. Y exclama:

– Pero ¿por qué no te dedicas al periodismo?
– Pero si no sé escribir – contesta Buen Mozo
– ¿Quién te ha dicho que para ser buen periodista hay que saber escribir?
Y Buen Mozo se convierte en periodista. 

Oficio para vagos

Un periodista en la década del 20´
El periodismo, así entendido, es un oficio para vagos y para audaces. Recuerdo (yo he sido periodista) que en la profesión he conocido tipos formidables. Inclasificables. Usted no sabía qué pensar de ellos, si habían cursado un bachillerato especial en la leonera (cárcel), o de dónde salían. Me acuerdo de uno, que en cuanto crimen se cometía, lo primero que hacía al llegar “al lugar del suceso”era revisarle los bolsillos al muerto. Tenía una habilidad magistral para ese trabajo. He conocido a otro que se hacía seguir por un atorrante de menor cuantía y, lugar adonde llegaba y al cual estaba prohibida la entrada, exclamaba mi tipo al introducirse: “Déjelo entrar, es mi secretario”. La gente lo confundía con el juez, y creo que hasta era carterista o lancero (ladrón en los colectivos, en lunfardo) de bondi. Más tarde supe que había sufrido persecución de la justicia.

Sin embargo, estos individuos que nos merecen un desprecio cordial son útiles en ciertas formas de las muchas actividades que reviste el periodismo subalterno. Es decir, insustituibles.

El buen periodista

El buen periodista es un elemento escaso en nuestro país, porque para ser un buen periodista es necesario ser buen escritor. En Europa encontramos que el periodismo cuenta en sus filas con los mejores literatos, políticos, figuras científicas… En fin, si es dado dirigirse al público cuando se han demostrado condiciones de superioridad mental; y no hay ministro de Estado que previamente no se haya dado a conocer como colaborador de algún diario.

Se me argüirá que aquí podría ocurrir lo mismo; pero lo grave está en casi todos nuestros políticos, apenas si saben leer y escribir; y nuestros escritores… Pero ¡yo soy un individuo sensible! No, no voy a hablar mal; no quiero hablar mal porque no pasa un solo día sin que algunos de los que pretenden conocerme exclame:

-¡Este tío está cada vez más envenenado!

Y lo curioso es que yo soy un tío cordial y optimista.


Aguafuertes Porteñas por Roberto Arlt
31 de diciembre de 1929

viernes, 8 de abril de 2016

Los géneros periodísticos

Los géneros periodísticos podemos definirlos según J.L Martínez Albertos, como "aquellas modalidades de la creación literaria concebidas como vehículos aptos para realizar una estricta información de actualidad (Periodismo) y que están destinadas a canalizarse a través de la Prensa escrita". 
En general, podemos decir que los géneros periodísticos guardan una estrecha relación con el objetivo final del comunicador. Estos objetivos pueden ser tanto informar, como interpretar (opinar) o, simplemente, entretener.
Podemos ver en este cuadro cómo se subdividen: 

viernes, 1 de abril de 2016

¿Existe la objetividad periodística?


Chicos, les dejo otro texto que complementa el de Eco y también habla sobre la objetividad en el periodismo. Sería genial que lo impriman porque lo vamos a trabajar en clase (ambos grupos). 
Por favor, léanlo y durante el sábado o domingo posiblemente suba uno más (estén atentos) ¡Que tengan un hermoso fin de semana! 
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La función del periodista se basa, en principio, en la selección de acontecimientos que se consideren periodísticamente importantes. A partir de este punto se considera que la objetividad no sólo depende del objeto y del sujeto, sino también del proceso de producción del conocimiento. El periodista es el enlace del conocimiento de los médicos, economistas, científicos y políticos con el ciudadano, cabiéndole un rol social legitimado en la transmisión del saber cotidiano y como traductor del saber de los especialistas para todo el público.

Ahora bien, en principio la corriente del “nuevo periodismo” ha puesto en crisis la distinción entre ficción y realidad. Los periodistas desarrollan, en muchos casos, hechos en los que no estuvieron presentes y los relatan como si hubiesen asistido a ellos.

Este fenómeno genuinamente norteamericano tiene sus comienzos en la década del 70 donde, en la estructura narrativa, lo anecdótico se convierte en lo real y los pequeños hechos dan su lugar a los grandes acontecimientos. En lo cotidiano, la imaginación comienza a tener importancia periodística y la realidad se confunde con la ficción. Es curioso observar en las redacciones como se da el cuestionamiento entre los periodistas sobre su propio trabajo y la posible falta de objetividad en el mismo. Ante esta situación los periodistas establecen una serie de estrategias para sostener la objetividad de su narración, la posible censura y la crítica de sus jefes. El uso de comillas, muchas veces, pone el texto en boca de otro para afirmar hipótesis personales. Se presentan en primer lugar los hechos esenciales y luego los comentarios.

La “objetividad” es utilizada como ritual estratégico para la defensa reforzando la convicción de que los “hechos hablan por sí mismo” introduciendo la opinión del periodista haciéndole creer al público que el análisis de la noticia es importante y definitorio. La objetividad sería distinguir y separar la noticia del comentario, recordemos que en el modelo de periodismo liberal-burgués “los hechos son sagrados; el comentario es libre”.

La objetividad promueve la descripción de los principales hechos desconectados de las relaciones de clase en que se dan. Según Gouldner “El objetivismo es un discurso que carece de carácter reflexivo; enfoca unilateralmente el “objeto”, pero oculta al “sujeto” hablante para quien es un objeto; así el objetivismo ignora el modo en que el objeto mencionado depende, en parte, del lenguaje en que es mencionado y varía de carácter según el lenguaje o la teoría usados”. Debemos recordar que no sólo el observador modifica con su mirada lo observado, sino que también la mirada del observador es modificada por el fenómeno observado.

Para Umberto Eco la producción del hecho-noticia es un problema que ha madurado en los últimos tiempos, y ha cambiado la ideología del periodismo y de la noticia. Nos encontramos ante la producción de mensajes por medio de mensajes. “Con el nacimiento de los grandes circuitos de información, gesto simbólico y transmisión de la noticia se han convertido en hermanos gemelos: la industria de la noticia necesita gestos excepcionales y los publica, y los productores de gestos excepcionales tienen la necesidad de la industria de la noticia para dar sentido a su acción”.

La mente humana no funciona como una máquina de calcular infalible y fría. Responde a impulsos variados: el deber, la devoción, la codicia, los rencores, las pasiones dogmáticas y los caprichos triviales, la vanidad desabrida, retazos de locura y el azar que componen una sinfonía discordante. Los odios y las ambiciones se entrelazan con las virtudes y los ideales, hasta en los mismos actores, han hecho rodar gobiernos como revoluciones, tanto unos como otros. “La objetividad –afirma Becheloni- es un concepto ideal-típico, como tal no existe, pero su presencia es conocible: una tensión permanente hacia la verdad”.

Según Eco la solución transitoria la problemática de la objetividad es “saber construir por la información un continuo discurso crítico sobre la propia modalidad, reflexión sobre las condiciones ficticias y reales de la objetividad, análisis de la noticia en cuanto tal, reconocimiento explícitos de los casos en que la noticia proviene de hechos y en aquellos en que ésta habla de otras noticias” Entonces, como señalan algunos autores “la objetividad, en su versión liberal-burguesa, es un mito, una mentira subjetiva trasvertida y los medios informativos son el lugar donde las sociedades industriales producen nuestra verdad”.


Ernesto Martinchuk es Periodista - Docente - Investigador - Documentalista. (Especial para ARGENPRESS.info)