Hola chicos de 2°, ¿cómo están? Como sé que muchos todavía están trabados con la elección de sus temas para el ensayo, tanto grupal como individual, les dejo un pequeño texto de un escritor argentino llamado César Aira donde retoma está simple pero inevitable dificultad.
En el link que indico abajo pueden encontrar el texto.
http://www.celarg.org/int/arch_publi/airab9.pdf
Saludos, nos vemos el viernes con los temas ya pensados por lo menos.
Blog de las asignaturas: Lengua y Literatura (1º y 2º año) y Taller de Periodismo (2º año)
miércoles, 1 de noviembre de 2017
El ensayo y su tema (César Aira)
martes, 24 de octubre de 2017
Breve ensayo sobre la vida de Andy Warhol
Hola chicos, les dejo un ejemplo de un breve (brevísimo) ensayo que versa sobre la vida de unos de los artistas más controversiales de los últimos años, Andy Warhol, creador del Arte Pop y un eterno vanguardista cuya visión fue imprescindible para entender una época.
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Andy Warhol fue desde el principio un hombre lleno de contradicciones y al que rodeó la polémica. Se cuestiona su obra cinematográfica, considerada por muchos como pionera y una gran influencia en el cine posterior mientras que otros la califican como experimentos sin sentido, pretenciosos e impactantes pero muy vacíos. Sus trabajos en pintura han llegado a ser calificados como una broma de mal gusto por sus críticos mientras que gente de todo el mundo compra sus famosas láminas por miles. ¿Es pues Andy Warhol un artista significativo o un producto de marketing? No podría contestar a eso, pero en mi opinión y en la de muchos, la verdadera obra de Warhol fue su propio personaje.
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"Warhol, el personaje que fue su verdadera obra"
Andy Warhol fue desde el principio un hombre lleno de contradicciones y al que rodeó la polémica. Se cuestiona su obra cinematográfica, considerada por muchos como pionera y una gran influencia en el cine posterior mientras que otros la califican como experimentos sin sentido, pretenciosos e impactantes pero muy vacíos. Sus trabajos en pintura han llegado a ser calificados como una broma de mal gusto por sus críticos mientras que gente de todo el mundo compra sus famosas láminas por miles. ¿Es pues Andy Warhol un artista significativo o un producto de marketing? No podría contestar a eso, pero en mi opinión y en la de muchos, la verdadera obra de Warhol fue su propio personaje.
Tras una primera etapa en la que trabajó como ilustrador de zapatos y realizando todo tipo de campañas publicitarias, en los años sesenta Warhol comienza a hacerse un nombre y también a crear a su propio personaje. Tomando como referencia a los artistas del movimiento conocido como Pop-Art que había comenzado en Inglaterra en los años cincuenta, Andy comienza a tomar elementos propios de la cultura americana, como las famosas latas de sopa o los botellines de Coca-Cola y los hace aparecer en sus cuadros. Pronto se suman otros elementos como el billete de dólar o actores y actrices leyendas del momento. Esta es quizás la imagen más frívola del artista, la que ha quedado en la mente de todos y la que mejor se le daba representar. Pero también hay otra cara del pintor, la que mostró en cuadros en los que plasmó peleas callejeras, suicidios y hasta la silla eléctrica, quizás la unión entre este mundo más duro y oscuro y los iconos pop que lo encumbraron a la fama.
En este momento de su vida, Warhol comienza a crearse su propia leyenda. Un personaje frívolo, incluso superficial, siempre rodeado de músicos, actores y bohemios en fiestas en las que el alcohol, las drogas y el libertinaje eran habituales. Eran los años sesenta, la época de la revolución hippy y del levantamiento contra todo lo que fuera la moral reinante. Las fiesta de Warhol en The Factory, su estudio de Nueva York, eran prácticamente diarias y todo aquel que deseaba tener un nombre en el mundillo underground estaba allí. Los que conocen a Warhol afirman que sin embargo, este era una persona muy religiosa y que a menudo, tras las largas fiestas y bacanales, acudía a los servicios religiosos de la iglesia católica bizantina, confesión a la que pertenecía.
A pesar de estar siempre en el ojo del huracán y permanentemente expuesto en los medios, Andy Warhol fue capaz de cubrir con un opaco manto su vida privada. De su gran religiosidad apenas se supo nada hasta su muerte y lo mismo ocurría con su sexualidad. Era capaz de ser un gran militante de la causa homosexual, su cine es un alegato reivindicativo de este movimiento y la mayor parte de sus películas se estrenaron en cines X homosexuales. Pero sin embargo, su imagen pública era totalmente reservada y le gustaba crear sobre él un halo de asexualidad, como si estuviera por encima de los humanos deseos carnales. En las entrevistas no contestaba más que con monosílabos y dejaba que fueran amigos y representantes los que respondieran por él, a veces con la verdad y a veces con historias inventadas. Curiosamente, alguien que era el terror de cualquier periodista por el muro que tenía levantado ante sí, fue en 1969 el creador de la famosa revista Interview.
No son pocos los que creen que esta manera de comportarse por parte de Warhol es causa directa del rechazo que sufrió en los círculos culturales y artísticos de Nueva York en sus inicios. Su evidente homosexualidad y su amaneramiento fueron comentados como motivo de rechazo por parte de esta élite que se negaba a abrirle las puertas. Warhol no se desanimó y creó su propio círculo en el que incluyó a todos los excluidos y, gracias a sus grandes conocimientos sobre cómo funcionaban la fama y los medios, convirtió a muchos de ellos en figuras muy conocidas. El caso más famoso es el de la Velvet Underground, grupo del fallecido Lou Reed, del cual fue mánager y productor durante un tiempo.
En los años setenta Warhol deja de ser el artista rompedor y comienza su época más tranquila y también más comercial. Durante esta década adapta su estilo para que encaje mejor en las galerías de arte. Aunque muchos pueden decir que fue una evolución lógica en la carrera de un pintor, lo cierto es que es fácil ver que fue un movimiento comercial. Warhol se dedicaba a rondar a todo tipo de famosos y los famosos a él en el famoso Estudio 54. Cualquier personaje conocido del cine, la música o incluso de la política era un buen objetivo para sus pinceles. Le daba al público lo que quería ver. En esta época no duda incluso en diseñar pinturas para coches en lo que muchos consideran un comercialismo extremo. Ya a finales de esta década casi toda la crítica está de acuerdo: Warhol se ha convertido en un pintor superficial y comercial que no aporta nada artísticamente hablando.
En los ochenta decide dar un giro a su carrera y comienza a interesarse por los nuevos artistas y movimientos que surgen en toda Europa. Sin embargo, para muchos es tan solo otro inteligente movimiento comercial más que una evolución artística. En lugar de apoyarse en famosos y estrellas, ahora Warhol se une a los incipientes artistas en otra de sus famosas simbiosis: el aporta su fama y su apoyo y ellos su credibilidad y sus ideas renovadas. Continúa pintando a celebridades, pero también realiza sus propias versiones de cuadros clásicos.
Warhol fallece en 1987 a consecuencia de complicaciones postoperatorias tras una intervención de vesícula. Todas sus propiedades fueron legadas a su familia que descubrió que escondía una fortuna aún mayor de la esperada debido a sus inteligentes inversiones financieras. Otro punto que demuestra la personalidad de Warhol, tan interesado en los negocios y el dinero como en el arte, incluso más según sus detractores. Parte de ese dinero se ha invertido en la Fundación Andy Warhol Para Las Artes Visuales, dedicada al apoyo a artistas rompedores y a la difusión de su obra. Una prueba más de la necesidad de Andy Warhol de pasar a la historia y no ser olvidado
Conclusión
Nos encontramos pues con una persona muy religiosa que compaginaba sus visitas a la iglesia con su participación en las que eran consideradas las fiestas más salvajes de la época y con la filmación de películas calificadas como de alto voltaje sexual. Un hombre que al ver frustrados sus intentos de penetrar en los círculos intelectuales de Nueva York crea su propio círculo underground y sabe venderlo a los medios como la alternativa cultural. Un artista que se rodea de otros artistas en relaciones simbióticas en las que unos se alimentaban de los otros.
Paladín del movimiento gay y, sin embargo, capaz de quedar con el mismísimo Ronald Reagan para charlar y para retratarlo. Un hombre que decía pintar los iconos populares, pero que no duda en retratar a un jovencísimo Miguel Bosé para la portada de un disco y aparecer en uno de sus video-clips a pesar de reconocer en privado que de él solo sabe que es el hijo de un torero, todo ello por una gran cantidad de dinero.
Contradictorio en sí mismo y más querido por el público en general que por la crítica, Warhol posiblemente hubiera pasado desapercibido si su obra no hubiera estado sostenida por su personaje, el cual fue en mi opinión y en la de muchos, el auténtico soporte de su fama junto con su gran capacidad para ver el talento ajeno y, eso sí, su generosidad a la hora de apoyar y patrocinar a sus amigos.
domingo, 15 de octubre de 2017
Grandes alumnos, grandes actores
Shakespeare se acomodó en una nube para el espectáculo y todos los grandes dramaturgos se reunieron desde el planeta del arte (Galaxia estelar 17) para la gran interpretación de algunos de los chicos de 2°A, que llevaron a cabo una interpretación de los actos que ellos mismos habían creado. El despliegue fue fenomenal y la caracterización fue digna del Teatro más exquisito. Asumieron el rol con responsabilidad y no tuvieron vergüenza para desarrollar un conflicto en tres escenas a la vista de sus compañeros. Les dejamos a continuación algunas fotos que recuerdan ese momento donde el aula se convirtió en un escenario y donde todos sucumbimos ante la magia de la fantasía.
miércoles, 4 de octubre de 2017
Las Mil y una noches y Los Cuentos de Canterbury
Chicos, les mando los dos cuentos que faltan para completar toda la bibliografía; uno es anónimo y pertenece a Las mil y una noches y el otro, más corto, es de Chaucer y está extraído de su obra Los cuentos de Canterbury. Recuerden que la prueba es el próximo martes 10.
Historia del Jorobado, con el Sastre, el Corredor Nazareno, el
Intendente y el Médico Judío
Anónimo: Las mil y una noches
HISTORIA
DEL JOROBADO, CON EL SASTRE, EL CORREDOR NAZARENO, EL INTENDENTE Y EL MEDICO
JUDÍO; LO QUE DE ELLO RESULTE, Y SUS AVENTURAS SUCESIVAMENTE REFERIDAS
Entonces
Schahrazada dijo al rey Schahriar:
“He
llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que en la antigüedad del tiempo y en lo
pasado de las edades y de los siglos, hubo en una ciudad de la China un hombre
que era sastre y estaba muy satisfecho de su condición. Amaba las distracciones
apacibles y tranquilas y de cuando en cuando acostumbraba a salir con su mujer,
para pasearse y recrear la vista con el espectáculo de las calles y los
jardines. Pero cierto día que ambos habían pasado fuera de casa, al regresar a
ella, al anochecer, encontraron en el camino a un jorobado de tan grotesca
facha, que era antídoto de toda melancolía y haría, reír al hombre más triste,
disipando toda pesar y toda aflicción. Inmediatamente se le acercaron el sastre
y su mujer, divirtiéndose tanto con sus chanzas, que le convidaron a pasar la
noche en su compañía. El jorobado hubo de responder a esta oferta como era
debido, uniendose a ellos, y llegaron juntos a la casa. Entonces el sastre se
apartó un momento para ir al zoco antes de que los comerciantes cerrasen sus
tiendas, pues quería comprar provisiones con qué obsequiar al huésped. Compró
pescado frito, pan fresco, limones, y un gran pedazo de halaua para postre.
Después volvió, puso todas estas cosas delante del jorobado, y todos se
sentaron a comer.
Mientras
comían alegremente, la mujer del sastre tomó con los dedos un gran trozo de
pescado y lo metió por broma todo entero en la boca del jorobado, tapándosela
con la mano para que no escupiera el pedazo, y dijo: “¡Por Alah! Tienes que
tragarte ese bocado de una vez sin remedio, o si no, no te suelto.”
Entonces,
el jorobado, tras de muchos esfuerzos, acabó por tragarse el pedazo entero.
Pero desgraciadamente para él, había decretado el Destino que en aquel bocado
hubiese una enorme espina. Y esta espina se le atravesó en la garganta
ocasionándole en el acto la muerte.
Al llegar
a este punto de su relato, vio Scháhrazada, hija del visir, que se acercaba la
mañana, y con su habitual discreción no quiso proseguir la historia, para no
abusar del permiso concedido por el rey Schahriar.
Entonces,
su hermana la joven Doniazada, le dijo: “¡Oh hermana mía! ¡Cuán gentiles, cuán
dulces y cuán sabrosas son tus palabras!” Y Schahrazada respondió: “¿Pues qué
dirás la noche próxima, cuando oigas la continuacion, si es que vivo aún,
porque así lo disponga la voluntad de este rey lleno de buenas maneras y de
cortesía?”
Y el rey
Schahriar dijo para sí: “¡Por Alah! No la mataré hasta no oír lo que falta de
esta historia, que es muy sorprendente.”
Después
el rey Schahriar acogió a Schahrazada entré sus brazos hasta que llegó la
mañana. Entonces el rey se levantó y se fue a la sala de justicia. Y en seguida
entró el visir, y entraron asimismo los emires, los chambelanes y los guardias,
y el diván se llenó de gente. Y el rey empezó a juzgar y a despachar asuntos,
dando un cargo a éste, destituyendo a aquel, sentenciando en los pleitos
pendientes, y ocupando su tiempo de este modo hasta acabar el día. Terminadó el
diván, el rey volvió a sus aposentos y fue en busca de Schahrazada.
Y
CUANDO LLEGÓ LA 25a NOCHE
Doniazada
dijo a Schabrazada: “¡Oh hermana mía! Te ruego que nos cuentes la continuación
de esa historia del jorobado, con el sastre y su mujer.” Y Sehahrazada repuso:
“¡De todo corazón y como debido homenaje! Pero no sé si lo consentirá el rey.”
Entonces el rey se apresuró a decir: “Puedes contarla.” Y Schahrazada dijo:
He llegado
a saber, ¡oh rey afortunado! que cuando el sastre vio morir de aquella manera
al jorobado, exclamó: “¡Sólo Alah él Altísimo y Omnipotente posee la fuerza y
el poder! ¡Qué desdicha que este pobre hombre haya venido a morir precisamente
entre nuestras manos!” Pero la mujer replicó: “¿Y qué piensas hacer ahora? ¿No
conoces estos versos del poeta?
¡Oh
alma mía! ¿por qué te sumerges en lo absurdo hasta enfermar? ¿Por qué te
preocupas con aquello que te acareará la pena y la zozobra?
¿No temes
al fuego, puesto que vas a sentarte en él? ¿No sabes que quien se acerca al
fuego se expone a abrasarse.
Entonces
su marido le dijo: “No sé, en verdad, qué hacer.” Y la mujer respondió:
“Levántate, que entre los dos lo llevaremos, tapándole con una colcha de seda,
y lo sacaremos ahora mismo de, aquí, yendo tú detrás y yo delante. Y por todo
el camino irás diciendo en alta voz: “¡Es mi hijo, y ésta es su madre! Vamos
buscando a un médico que lo cure. ¿En dónde hay un médico?”
Al oír el
sastre estas palabras se levantó, cogió al jorobado en brazos, y salió de la
casa en seguimiento de su esposa. Y la mujer empezó a clamar: “¡Oh mi pobre
hijo! ¿Podremos verte sano y salvo? ¡Dime! ¿Sufres mucho? ¡Oh maldita viruela!
¿En qué parte del cuerpo te ha brotado la erupción?” Y al oírlos, decían los
transeúntes: “Son un padre y una madre que llevan a un niño enfermo de
viruelas.” Y se apresuraban a alejarse.
Y así
siguieron andando el sastre y su mujer, preguntando por la casa de un médico,
hasta que los llevaron a la de un médico judío. Llamaron entonces, y en seguida
bajó una negra, abrió la puerta, y vio a aquel hombre que llevaba un niño en
brazos, y a la madre que lo acompañaba. Y ésta le dijo: “Traemos un niño para
que lo vea el médico. Toma este dinero, un cuarto de dinar, y dáselo adelantado
a tu amo, rogándole que baje a ver al niño, porque está muy enfermo.”
Volvió a
subir entonces la criada, y en seguida la mujer del sastre traspuso el umbral
de la casa, hizo entrar a su marido, y le dijo: “Deja en seguida ahí el cadáver
del jorobado. Y vámonos a escape.” Y el sastre soltó el cadáver del jorobado,
dejándolo arrimado al muro, sobre un peldaño de la escalera, y se apresuró a
marcharse, seguido por su mujer.
En cuanto
a la negra, entró en casa de su amo el médico judío, y le dijo: “Ahí abajo
queda un enfermo, acompañado de un hombre y una mujer, que me han dado para ti
este cuarto de dinar para que recetes algo que le alivie. Y cuando el médico
judío vio el cuarto de dinar, se alegró mucho y se apresuró a levantarse; pero
con la prisa no se acordó de coger una luz para bajar. Y por esto tropezó con
el jorobado, derribándole. Y muy asustado, al ver rodar a un hombre, le examinó
en seguida,. y al comprobar que estaba muerto, se creyó causante de su muerte.
Y gritó entonces: “¡Oh Señor! ¡Oh Alah justiciero! Por las diez palabras
santas!” Y siguió invocando a Harún, a Yuschah, hijo de Nun, y a los demás. Y
dijo: “He aquí que acabo de tropezar con este enfermo, y le he tirado rodando
por la escalera. Pero ¿cómo salgo yo ahora de casa con un cadáver?” De todos
modos, acabó por cogerlo y llevarlo desde el patio a su habitación, donde lo
mostró a su mujer, contando todo lo ocurrido. Y ella exclamó aterrorizada:
“¡No, aquí no lo podemos tener! ¡Sácalo de casa cuanto antes! Como continúe con
nosotros hasta la salida del sol, estamos perdidos sin remedio. Vamos a
llevarlo entre los dos a la azotea y desde allí lo echaremos a la casa de
nuestro vecino el musulmán. Ya sabes que nuestro vecino es el intendente
proveedor de la cocina del rey, y su casa está infestada de ratas, perros y
gatos, que bajan por la azotea para comerse las provisiones de aceite, manteca
y harina. Por tanto, esos bichos no dejarán de comerse este cadáver, y lo harán
desaparecer.”
Entonces
el médico judío y su mujer cogieron al jorobado y lo llevaron a la azotea, y
desde allí lo hicieron descender pausadamente hasta la casa del mayordomo,
dejandolo de pie contra la pared de la cocina. Después se, alejaron,
descendiendo a su casa tranquilamente.
Pero
haría pocos momentos que el jorobado se hallaba arrimado contra la pared,
cuando el intendente, que estaba ausente, regresó a su casa, abrió la puerta,
encendió una vela, y entró. Y encontró a un hijo de Adán de pie en un rincón:
junto a la pared de la cocina. Y el intendente, sorprendidísimo, exclamó: “¿Qué
es eso? ¡Por Alah! He aquí, que el ladrón que acostumbraba a robar mis
provisiones no era un bicho, sino un ser humano. Este es el que me roba la
carne y la manteca, a pesar de que las guardo cuidadosamente por temor a los
gatos y a los perros. Bien inútil habría sido matar a todos los perros y gatos
del barrio, como pensé hacer puesto que este individuo es el que bajaba por la
azotea.” Y en seguida agarró el intendente una enorme estaca,, yéndose para el
hombre, y le dio de garrotazos, y aunque le vio caer, le siguió apaleando. Pero
como el, hombre no se movía, el intendente advirtió que estaba muerto, y
entonces dijo desolado: “¡Sólo Alah el Altísimo y Omnipotente posee la fuerza y
el poder!” Y después añadió: “¡Malditas sean la manteca y la carne, y maldita
esta noche! Se necesita tener toda la mala suerte que yo tengo para haber
matado así a este hombre. Y no sé qué hacer con él.” Después lo miró con mayor
atención, comprobando que era jorobado. Y le dijo: “¿No te basta con ser
jorobeta? ¿Querías también ser ladrón y robarme la carne y la manteca de mis
provisiones? ¡Oh Dios protector, ampárame con el velo de tu poder!” Y como la
noche se acababa, el intendente se echó a cuestas al jorobado, salió de su casa
anduvo cargado con él, hasta que llegó a la entrada del zoco. Paróse entonces,
colocó de pie al jorobado junto a una tienda, en la esquina de una bocacalle, y
se fue.
Y al poco
tiempo de estar allí el cadáver del jorobado, acertó a pasar un nazareno. Era
el corredor de comerció del sultán. Y aquella noche estaba beodo. Y en tal
estado iba al hammam a bañarse. Su borrachera le incitaba a las cosas más
curiosas, y se decía: “¡Vamos, que eres casi como el Mesías!” Y marchaba
haciendo eses y tambaleándose, y acabó por llegar adonde estaba el jorobado.
Pero de pronto vio al jorobado delante de él, apoyado contra la pared. Y al
encontrarse con aquel hombre, que seguía inmóvil, se le figuró que era un
ladrón y que acaso fuese, quien le había robado el turbante, pues el corredor
nazareno iba sin nada a la cabeza. Entonces se abalanzó contra aquel hombre, y
le dio un golpe tan violento en la nuca que lo hizo caer al suelo. Y en seguida
empezó a dar gritos llamando al guarda del zoco. Y con la excitación de su
embriaguez, siguió golpeando al jorobado y quiso estrangularlo, apretóndole la
garganta con ambas manos. En este momento llegó el guarda del zoco y vio al
nazareno encima del musulmán, dándole golpes y a punto de ahogarlo. Y el guarda
dijo:
¡Deja a
ese hombre y levántate!”, Y el cristiano se levantó. Entonces el guarda del
zoco se acercó al jorobado, que se hallaba tendido en el suelo, lo examinó, y
vio que estaba muerto. Y gritó entonces: “¿Cuándo se ha visto que un nazareno
tenga la audacia de golpear a un musulmán y matarlo? Y el guarda se apoderó del
nazareno, le ató las manos a la espalda y le llevó a casa del walí. Y el
nazareno, se lamentaba y decía: “¡Oh Mesías, oh Virgen! ¿Cómo habré podido
matar a ese hombre? ¡Y qué pronta ha muerto, sólo de un puñetazo! Se me pasó la
borrachera, y ahora viene la reflexión.”
Llegados
a casa del walí, el nazareno y el cadáver del jorobado quedaron encerrados toda
la noche, hasta que él walí se despertó por la mañana. Entonces el walí
interrogó al nazareno, que no pudo negar los hechos referirlos por el guarda,
del zoco. Y el walí no pudo hacer otra cosa que condenar a muerte a aquel,
nazareno que había matado a un musulmán. Y ordenó que el portaalfanje pregonara
por toda la ciudad la sentencia de muerte del corredor nazareno. Luego mandó
que levantasen la horca y se llevasen a ella al sentenciado.
Entonces
se acercó el portaalfanje y preparó, la cuerda, hizo el nudo corredizo, se lo
pasó al nazareno por el cuello, y ya iba a tirar de él, cuando de pronto el
proveedor del sultán hendió la muchedumbre y abriéndose camino hasta el
nazareno, que estaba de pie junto a la horca, dijo al portaalfanje: “¡Detente!
¡Yo soy quien ha matado a ese hombre!” Entonces el walí le preguntó: “¿Y por
qué le mataste?” Y el intendente dijo: “Vas a saberlo. Esta noche, al entrar en
mi casa, advertí que se había metido en ella descolgándose por la terraza, para
robarme las provisiones. Y le di un golpe en el pecho con un palo, y en seguida
le vi caer muerto. Entonces le cogí a cuestas y le traje al zoco, dejándole de
pie arrimado contra una tienda en tal sitio y en tal esquina. Y he aquí que
ahora, con mi silencio iba a ser causa de que matasen a este nazareno, después
de haber sido yo quien mató a un musulmán. ¡A mí, pues, hay que ahorcarme!”
Cuando el
walí hubo oído las palabras del proveedor, dispuso que soltasen al nazareno, y
dijo al portaalfanje: “Ahora mismo ahorcarás a este hombre, que acaba de
confesar su delito.”
Entonces
el portaalfanje cogió la cuerda que había pasado por el cuello del cristiano y
rodeó con ella el cuello del proveedor, lo llevó juntó al patíbulo, y lo iba a
levantar en el aire, cuando de pronta el médico judío atravesó la muchedumbre,
y dijo a voces al portaalfanje: “¡Aguarda! ¡El única culpable soy yo!” Y
después contó así la cosa: “Sabed todos que este hombre me vino a buscar para
consultarme, a fin de que lo curara. Y cuando yo bajaba la escalera para verle,
como era de noche, tropecé, con él y rodó hasta lo último de la escalera,
convirtiéndose en un cuerpo sin alma. De modo que no deben matar al proveedor,
sino a mí solamente. Entonces el walí dispuso la muerte del médico judío. Y el
portaalfanje quitó la cuerda del cuello del proveedor y la echó al cuello del
médico judío, cuando se vio llegar al sastre, que, atropellando a todo el
mundo, dijo: “¡Detente! Yo soy quien lo maté. Y he aquí lo que ocurrió. Salí
ayer de paseo y regresaba a mi casa al anochecer. En el camino encontré a este
jorobado, que estaba borracho y muy divertido, pues llevaba en la mano una
pandereta y se acompañaba con ella cantando de una manera chistosísma. Me
detuve para contemplarle y divertirme, y tanto me regocijó, que lo convidé a
comer en mi casa. Y compré pescado entre otras cosas„ y, cuando estábamos
comiendo, tomó mi mujer un trozo de pescado, que colocó en otro de pan, y se lo
metió todo en la boca a este hombre y el bocado le ahogó, muriendo en el acto.
Entonces lo cogimos entre mi mujer y yo y lo llevamos a casa del médico judío.
Bajó a abrimos un negra, y yo le dije lo que le dije. Después le di un cuarto
de dinar para su amo. Y mientras ella subía, agarré en seguida al jorobado y lo
puse de pie contra el muro de la escalera, y yo y mi mujer nos fuimos a escape.
Entretanto, bajó el médico judío para ver al enfermo; pero tropezó con el
jorobado, que cayó en tierra, y el judío creyó que lo había matado él.”
Y en este
momento, el sastre se volvió hacia el médico judío y le dijo: ¿No fue así?” El
médico repuso: “¡Esa es la verdad!” Entonces, el sastre, dirigiéndose al walí,
exclamó: ¡Hay, pues, que soltar al judío y ahorcarme a mí!”
El walí,
prodigiosamente asombrado, dijo entonces: “En verdad que esta historia merece
escribirse en los anales y en los libros.” Después mandó al portaalfanje que
soltase al judío y ahorcase al sastre, que se había declarado culpable. Entonces
el portaalfanje llevó al sastre junto a la horca, le echó la soga al cuello, y
dijo: “¡Esta vez va de veras! ¡Ya no habrá ningún otro cambio!” Y agarró la
cuerda.
¡He aquí
todo, por el momento! En cuanto al jorobado, no era otro que el bufón del sultán,
que ni una hora podía separarse de él. Y el jorobado, después de emborracharse
aquella noche, se escapó de palacio, permaneciendo ausente toda la noche. Y al
otro día, cuando el sultán preguntó por él, le dijeron: ¡Oh señor, el walí te
dirá que el jorobado ha muerto, y que su matador iba a ser ahorcado!, Por eso
el walí había mandado ahorcar al matador, y el verdugo se preparaba a
ejecutarle; pero entonces se presentó un segundo individuo, y luego un tercero,
diciendo todos: “¡Yo soy el único que ha matado al jorobado!” “Y cada cual
contó al walí la causa de la muerte.”
Y el
sultán, sin querer escuchar más, llamó a un chambelán y le dijo: “Baja en
seguida en busca, del walí y ordénale que, traiga a toda esa gente que está
junto a la horca.”
Y el
chambelán bajó, y llegó junto al patíbulo, precisamente cuando el verdugo iba a
éjecutar al sastre.” Y el chambelán gritó: “¡Detente!” Y en seguida le contó al
walí que ésta historia del jorobado había llegado a oídos del rey. Y se lo
llevó, y se llevó también al sastre, al médico judío, al corredor nazareno y al
proveedor, mandando transportar también el cuerpo del jorobado, y con todos
ellos marchó en busca del sultán.
Cuando el
walí se presentó entre las manos del rey; se inclinó, y besó la tierra, y
refirió toda la historia del jorobado, con todos sus pormenores, desde el
principio hasta el fin. Pero es inútil repetirla.
El
sultán,, al oir tal historia, se maravilló mucho y llegó al límite más extremo
de la hilaridad. Después mandó a los escribas de palacio que escribieran esta
historia con aguja de oro. Y luego preguntó a todos los presentes: “¿Habéis
oído alguna vez historia semejante a la del jorobado?” Entonces el corredor
nazareno avanzó un paso, besó la tierra entre las manos del rey, y dijo: “¡Oh
rey de los siglos y del tiempo! Se una historia mucho más asombrosa que nuestra
aventura con el jorobado. La referiré, si me das tu venia, por que es mucho más
sorprendente, más extraña y más deliciosa que la del jorobado.”
Y dijo el
rey: “¡Ciertamente! Desembucha lo que hayas de decir para que lo oigamos.”
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El hombre que fue a matar a la muerte
El hombre que fue a matar a la muerte
Geoffrey
Chaucer
Había
en antaño en Flandes una pandilla de jóvenes entregados a toda clase de
disipación tales como el juego, fiestas, frecuentación de tabernas, donde día y noche jugaban a los dados y bailaban al son del arpa,
laúd y guitarra, comiendo y bebiendo más de lo debido. De este modo, con los
excesos más abominables, dedicaron al diablo los más viles sacrificios en aquel
templo del demonio: la taberna. Se os pondría la carne de gallina si
escuchaseis los terribles juramentos y blasfemias con los que destrozaban el sagrado
cuerpo de Nuestro Señor.
Mi
historia es sobre tres trasnochadores. Mucho antes de que la campana tocase
para las oraciones de las seis, ya hacía rato que estaban bebiendo dentro de la
taberna. Mientras se hallaban allí sentados, oyeron una campanilla que sonaba
precediendo a un cadáver que era conducido a la tumba. Uno de esos tres llamó
al mozo y le dijo: -Corre y averigua de quién es el cadáver que llevan.
Espabílate y mira de enterarte bien del nombre. -Señor -repuso el muchacho-, no
hay necesidad de ello, pues me lo dijeron dos horas antes de que ustedes
llegasen aquí. Se trata, por cierto, de un viejo amigo de ustedes. Fue muerto
de repente la noche pasada, mientras se hallaba tendido sobre un banco,
borracho como una cuba. Se le acercó un ladrón -al que llaman Muerte-, que anda
por ahí matando a todos los que puede en la comarca, y le atravesó el corazón
con una lanza, yéndose luego sin pronunciar palabra. Ha asignado a millares en
la presente peste, y me parece, señores, que es preciso que toméis precauciones
antes de enfrentaros con un adversario así. Debéis estar siempre preparados por
si os sale al encuentro (mi madre así me lo advirtió). No os puedo decir nada
más. -¡Por Santa María! -intervino el posadero-. Lo que dice el muchacho es
cierto. Este año ha matado a todo hombre, mujer, niño, trabajador en la granja
y criado en un gran pueblo que se halla a más o menos una milla de aquí, que
es, por cierto, el lugar en el que, creo, vive. Lo más juicioso resulta estar
preparados para que no os hiera. -¿Eh? -dijo el trasnochador-¡Por el Sagrado
Corazón! ¿Tan peligroso resulta toparse con él? ¡Por los huesos del Señor, juro
que le buscaré por calles y caminos! Escuchad, amigos: nosotros tres somos uno;
cojámonos de la mano y jurémonos eterna hermandad recíprocamente, y entonces
salgamos a matar a este falso traidor llamado Muerte. Por el esplendor divino,
este asesino deberá morir antes de medianoche. Los tres juntos dieron su
palabra de honor de vivir o morir por los demás, como si se hubiese tratado de
hermanos de la misma sangre. Entonces se levantaron, borrachos de ira, y se
pusieron en camino hacia el pueblo del que el posadero había hablado. Durante
todo el trecho fueron desmembrando el santo cuerpo de Jesús con sus infames
juramentos. Darían muerte a la Muerte si podían ponerle la mano encima. No
habían andado aún media milla entera cuando un hombre pobre se topó con ellos
en el mismo momento en que iba a subir las escalerillas de una cerca. El
anciano les saludó humildemente: -¡Que Dios les guarde y les acompañe, señores!
Pero el más altanero de los tres trasnochadores le replicó: -Maldito sea,
rústico patán. ¿Por qué vas tapado hasta los ojos? Y cómo es que sigues
viviendo con tu chochez? -Porque aunque anduviese desde aquí hasta la India no
podría encontrar a nadie en ciudad o aldea que estuviese dispuesto a cambiar su
juventud por mi edad -le dijo el anciano mientras le miraba intensamente-. Por
lo que debo soportar mi ancianidad hasta que Dios disponga. Ni la Muerte, ¡ay,
Dios mío!, quiere tomar mi vida. Por eso, como un prisionero incansable, ando
golpeando con mi vara la tierra -la puerta de mi madre- de noche y de día,
rogando: «Querida madre, ¡déjame entrar! Mira cómo mi carne, mi sangre y mi
piel se marchitan. ¿Cuándo podrán descansar mis huesos? Madre, yo te cambiaría
todos los vestidos que tengo en el armario de mi cuarto desde hace tiempo, por
un sudario con el que envolverme.» Sin embargo, sigue sin querer concederme ese
favor. Por eso es mi rostro tan pálido y escuálido. »Pero, señores, éstos no
son modales para hablar tan rudamente a un anciano que no os ha ofendido para
nada. Por consiguiente, os doy un consejo: no causéis daño a un anciano ahora,
del mismo modo que no querríais que os dañaran cuando seáis ancianos si es que
vivís para serlo. Y que Dios os acompañe en vuestro viaje dondequiera que
vayáis. Debo proseguir mi camino. -No, por Dios. No vayáis tan deprisa, anciano
-replicó el otro jugador-. Por San Juan, no te vas a librar tan fácilmente. Ahora
mismo hablaste de este traidor llamado Muerte que mata a todos nuestros amigos
de la comarca. Por mi vida que eres espía suyo. Dime dónde está o lo pagarás
muy caro, por Dios y el Santísimo Sacramento. Tú y él estáis confabulados para
matarnos a nosotros los jóvenes, y ésta es la verdad, tú, esto sí que es
verdad, maldito embustero. -Bueno, señores -replicó-, si tantas ganas tenéis de
encontrar a Muerte, subid por esta carretera serpenteante; os juro que le dejé
sentado bajo un árbol en aquel bosquecillo esperando y os aseguro que vuestra
baladronada no le hará esconder. ¿Veis aquel roble? Allí mismo lo encontraréis.
¡Que el Salvador os guíe y proteja! Así habló el anciano, a lo que cada uno de
los trasnochadores apretó a correr hasta llegar al árbol, donde encontraron un
montón de florines de oro recién acuñados: casi ocho fanegas les pareció que
había. Al verlos dejaron de buscar a Muerte y se sentaron al lado de aquel
precioso montón, excitados y alegres a la vista de aquellos hermosos y
relucientes florines. El peor de los tres fue el primero en hablar: -Hermanos
-dijo-. Mirad lo que os digo, pues aunque hago bromas y el tonto, soy más listo
de lo que parezco. La Fortuna nos ha dado este tesoro para que podamos pasar el
resto de nuestras vidas alegres y en plena francachela. Lo que llegó con
facilidad se diluye rápidamente. ¡Loado sea Dios bendito! ¿Quién se podía
imaginar que tendríamos tanta suerte? Ahora bien, si este oro pudiese ser
transportado y llevado a mi casa -o a la vuestra, quiero decir-, estaríamos en
el séptimo cielo. Pues resulta evidente que todo este oro es nuestro.
Naturalmente, esto no lo podemos hacer de día. La gente diría que somos
salteadores de caminos y nos ahorcarían por robar nuestro propio tesoro. No,
debe ser transportado de noche y con todas las precauciones y prudencia que sea
posible. Por tanto, sugiero que lo echemos a suertes y veremos en quién recae.
El que saque la paja más larga deberá ir corriendo a la ciudad lo más
rápidamente que pueda y nos traerá pan y vino sin despertar sospechas, mientras
los otros dos mantienen una constante vigilancia sobre el tesoro. Si no se
entretiene, esta misma noche transportaremos el tesoro al lugar que
consideremos más apropiado. Se colocó las tres pajas en el puño y dijo a los
demás que sacasen una para ver en quién recaía la suerte. La sacó el más joven
de los tres, quien inmediatamente se encaminó hacia la ciudad. Tan pronto como
se hubo ausentado, uno de los que quedaban dijo al otro: -Como sabes, tú eres
mi hermano por juramento, y ahora te voy a decir algo que te beneficiará. Como
has visto, nuestro amigo se ha marchado y aquí hay oro en abundancia para
repartírnoslo entre los tres. Pero supón que pudiese arreglarlo de manera que
nos lo repartiésemos entre nosotros dos. ¿No te beneficiaría esto? -No sé cómo
puede hacerse -repuso el otro-. Él sabe que el oro está aquí con nosotros. ¿Qué
es lo que podemos hacer? ¿Qué le diremos? -¿Debe ser un secreto? -dijo el
primer bribón-. Entonces te diré en dos palabras lo que vamos a hacer para llevárnoslo.
-Conforme -dijo el otro-. No tengas miedo; te doy mi palabra y no te
defraudaré. -Bueno -replicó el primero-. Como sabes, somos dos, y dos son más
fuertes que uno. Espera que se siente; entonces te levantas como si fueras a
pelear con él en broma y yo miraré de atravesarle; y, mientras tú haces ver que
forcejeas con él, procura hacer lo mismo con tu daga. Entonces, amigo mío,
podremos repartimos todo este oro entre tú y yo y podremos jugar a los dados a
placer y hacer lo que queramos. Así fue cómo estos dos canallas se pusieron de
acuerdo para matar al tercero según he contado. Ahora bien, el más joven de
ellos, el que le tocó ir a la ciudad, estuvo todo el rato dando vueltas y más
vueltas al asunto, pensando en la belleza de aquellos relucientes florines de
oro. «Oh, Dios -musitó él-, si pudiese tener todo el tesoro para mí solo, ¿qué
hombre bajo la bóveda celeste podría vivir más feliz que yo?» Y al final, el
diablo, nuestro común enemigo, puso en su mente la idea de comprar veneno con
el que matar a sus dos compinches. Como veis, el diablo le encontró llevando
tan mala vida, que tuvo licencia para acarrearle la perdición, pues el joven
pretendía matar a ambos sin sentir el menor remordimiento; y, sin perder más
tiempo, se dirigió a un boticario de la ciudad y le pidió que le vendiese
veneno para matar ratas, pues, dijo, había una mofeta que rondaba su corral y
le mataba las gallinas, por lo que estaba resuelto a ajustar las cuentas con el
perillán que cada noche le hacía la pascua. El boticario le contestó: -Te daré
algo. Te aseguro, como espero ganar la gloria del Cielo, que este veneno es tan
fuerte que no existe criatura viviente en el mundo que no pierda la vida
inmediatamente; así caerá muerto en menos tiempo que canta un gallo, tanto si
come como si bebe de esta poción, aunque solamente sea la cantidad necesaria
para empapar un grano de trigo. El malvado tomó la caja de veneno con la mano y
se fue a la calle siguiente, donde encontró un hombre a quien le pidió en
préstamo tres botellas grandes. Vertió el veneno en dos de ellas y guardó la
tercera, limpia, para su uso personal, pues esperaba pasarse toda la noche
trabajando, acarreando aquel oro. Y cuando aquel canalla -que el diablo le
lleve- hubo llenado de vino las tres grandes botellas, regresó con sus amigos.
¿Es preciso explicarlo con detalle? Le acuchillaron allí mismo como habían
planeado, y, cuando hubieron terminado, uno de ellos dijo: -Ahora sentémonos y
bebamos y pongámonos contentos. Luego sepultaremos el cuerpo. Al decir esto cogió
una de las botellas que contenían veneno y bebió, pasándola luego a su amigo,
que también bebió, con lo que ambos perecieron allí mismo. Por cierto que no
creo que el gran médico Avicena haya escrito en cualquier sección de su Libro
del Canon en Medicina síntomas de envenenamiento más horribles que los que
sintieron aquellos dos desgraciados antes de morir. Así fue cómo los dos
asesinos, al igual que el envenenador, hallaron su fin. ¡Oh, iniquidad de
iniquidades! ¡Traidores asesinos! ¡Oh, maldad! ¡Oh, codicia, lascivia y juego!
¡Tú, blasfemo contra Jesucristo con los más infames juramentos surgidos de la
soberbia y de la costumbre! i Oh, humanidad! ¿Por qué eres tan falsa y agresiva
hacia tu Creador, que te hizo y te redimió con la sangre de su precioso Corazón?
Ahora, queridos hermanos, que Dios perdone vuestros pecados y os salve del
pecado de la avaricia.
domingo, 1 de octubre de 2017
Giovanni Boccaccio, "Griselda"
Buenas noches chicos, en la siguiente entrada van a encontrar un cuento más del género de Relato Enmarcado que integra el corpus de textos de bibliografía obligatoria para rendir el examen próximo. Imprímanlo de la manera qué quieran con el formato qué prefieran, pero deberán tenerlo en papel para trabajar el texto en clase.
Nos vemos, saludos
Prof Arch
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Voy a
contar de un marqués no una cosa magnífica, sino una solemne barbaridad, aunque
terminase con buen fin; la cual no aconsejo a nadie que la imite porque una
gran lástima fue que a aquél le saliese bien. Hace ya mucho tiempo, fue el
mayor de la casa de los marqueses de Saluzzo un joven llamado Gualtieri, el
cual estando sin mujer y sin hijos, no pasaba en otra cosa el tiempo sino en la
cetrería y en la caza, y ni de tomar mujer ni de tener hijos se ocupaban sus
pensamientos; en lo que había que tenerlo por sabio. La cual cosa, no agradando
a sus vasallos, muchas veces le rogaron que tomase mujer para que él sin herederos
y ellos sin señor no se quedasen, ofreciéndole a encontrársela tal, y de tal
padre y madre descendiente, que buena esperanza pudiesen tener, y alegrarse
mucho con ello. A los que Gualtieri repuso:
-Amigos
míos, me obligáis a algo que estaba decidido a no hacer nunca, considerando qué
dura cosa sea encontrar alguien que bien se adapte a las costumbres de uno, y
cuán grande sea la abundancia de lo contrario, y cómo es una vida dura la de
quien da con una mujer que no le convenga bien. Y decir que creéis por las
costumbres de los padres y de las madres conocer a las hijas, con lo que
argumentáis que me la daréis tal que me plazca, es una necedad, como sea que no
sepa yo cómo podéis saber quiénes son sus padres ni los secretos de sus madres;
y aun conociéndolos, son muchas veces los hijos diferentes de los padres y las
madres. Pero puesto que con estas cadenas os place anudarme, quiero daros
gusto; y para que no tenga que quejarme de nadie sino de mí, si mal sucediesen
las cosas, quiero ser yo mismo quien la encuentre, asegurándoos que, sea quien
sea a quien elija, si no es como señora acatada por vosotros, experimentaréis
para vuestro daño cuán penoso me es tomar mujer a ruegos vuestros y contra mi
voluntad.
Los
valerosos hombres respondieron que estaban de acuerdo con que él se decidiese a
tomar mujer. Habían gustado a Gualtieri hacía mucho tiempo las maneras de una
pobre jovencita que vivía en una villa cercana a su casa, y pareciéndole muy
hermosa, juzgó que con ella podría llevar una vida asaz feliz; y por ello, sin
más buscar, se propuso casarse con ella; y haciendo llamar a su padre, que era
pobrísimo, convino con él tomarla por mujer. Hecho esto, hizo Gualtieri
reunirse a todos sus amigos de la comarca y les dijo:
-Amigos
míos, os ha placido y place que me decida a tomar mujer, y me he dispuesto a
ello más por complaceros a vosotros que por deseo de mujer que tuviese. Sabéis
lo que me prometisteis: es decir, que estaríais contentos y acataríais como
señora a cualquiera que yo eligiese; y por ello, ha llegado el momento en que
pueda yo cumpliros mi promesa y en que vos cumpláis la vuestra. He encontrado
una joven de mi gusto muy cerca de aquí que entiendo tomar por mujer y
traérmela a casa dentro de pocos días: y por ello, pensad en preparar una buena
fiesta de bodas y en recibirla honradamente para que me pueda sentir satisfecho
con el cumplimiento de vuestra promesa como vos podéis sentiros con el mío.
Los
hombres buenos, todos contentos, respondieron que les placía y que, fuese quien
fuese, la tendrían por señora y la acatarían en todas las cosas como a señora;
y después de esto todos se pusieron a preparar una buena y alegre fiesta, y lo
mismo hizo Gualtieri. Hizo preparar unas bodas grandísimas y hermosas, e
invitar a muchos de sus amigos y parientes y a muchos gentileshombres y a otros
de los alrededores; y además de esto hizo cortar y coser muchas ropas hermosas
y ricas según las medidas de una joven que en la figura le parecía como la
jovencita con quien se había propuesto casarse, y además de esto dispuso
cinturones y anillos y una rica y bella corona, y todo lo que se necesitaba
para una recién casada. Y llegado el día que había fijado para las bodas,
Gualtieri, a la hora de tercia, montó a caballo, y todos los demás que habían
venido a honrarlo; y teniendo dispuestas todas las cosas necesarias, dijo:
-Señores,
es hora de ir a por la novia.
Y
poniéndose en camino con toda su comitiva llegaron al villorrio; y llegados a
casa del padre de la muchacha, y encontrándola a ella que volvía de la fuente
con agua, con mucha prisa para ir después con otras mujeres a ver la novia de
Gualtieri, cuando la vio Gualtieri la llamó por su nombre -es decir, Griselda-
y le preguntó dónde estaba su padre; a quien ella repuso vergonzosamente:
-Señor
mío, está en casa.
Entonces
Gualtieri, echando pie a tierra y mandando a todos que esperasen, solo entró en
la pobre casa, donde encontró al padre de ella, que se llamaba Giannúculo, y le
dijo:
-He
venido a casarme con Griselda, pero antes quiero que ella me diga una cosa en
tu presencia.
Y le
preguntó si siempre, si la tomaba por mujer, se ingeniaría en complacerle y en
no enojarse por nada que él dijese o hiciese, y si sería obediente, y
semejantemente otras muchas cosas, a las cuales, a todas contestó ella que sí.
Entonces Gualtieri, cogiéndola de la mano, la llevó fuera, y en presencia de
toda su comitiva y de todas las demás personas hizo que se desnudase; y
haciendo venir los vestidos que le había mandado hacer, prestamente la hizo
vestirse y calzarse, y sobre los cabellos, tan despeinados como estaban, hizo
que le pusieran una corona, y después de esto, maravillándose todos de esto,
dijo:
-Señores,
ésta es quien quiero que sea mi mujer, si ella me quiere por marido.
Y luego,
volviéndose a ella, que avergonzada de sí misma y titubeante estaba, le dijo:
-Griselda,
¿me quieres por marido?
A quien
ella repuso:
-Señor
mío, sí.
Y él
dijo:
-Y yo te
quiero por mujer.
Y en
presencia de todos se casó con ella; y haciéndola montar en un palafrén,
honrosamente acompañada se la llevó a su casa. Hubo allí grandes y hermosas
bodas, y una fiesta no diferente de que si hubiera tomado por mujer a la hija
del rey de Francia. La joven esposa pareció que con los vestidos había cambiado
el ánimo y el comportamiento. Era, como ya hemos dicho, hermosa de figura y de
rostro, y todo lo hermosa que era pareció agradable, placentera y cortés, que
no hija de Giannúculo y pastora de ovejas parecía haber sido sino de algún
noble señor; de lo que hacía maravillarse a todo el mundo que antes la había
conocido; y además de esto era tan obediente a su marido y tan servicial que él
se tenía por el más feliz y el más pagado hombre del mundo; y de la misma
manera, para con los súbditos de su marido era tan graciosa y tan benigna que
no había ninguno de ellos que no la amase y que no la honrase de grado, rogando
todos por su bien y por su prosperidad y por su exaltación, diciendo (los que
solían decir que Gualtieri había obrado como poco discreto al haberla tomado
por mujer) que era el más discreto y el más sagaz hombre del mundo, porque
ninguno sino él habría podido conocer nunca la alta virtud de ésta escondida
bajo los pobres paños y bajo el hábito de villana. Y en resumen, no solamente
en su marquesado, sino en todas partes, antes de que mucho tiempo hubiera pasado,
supo ella hacer de tal manera que hizo hablar de su valor y de sus buenas
obras, y volver en sus contrarias las cosas dichas contra su marido por causa
suya (si algunas se habían dicho) al haberse casado con ella. No había vivido
mucho tiempo con Gualtieri cuando se quedó embarazada, y en su momento parió
una niña, de lo que Gualtieri hizo una gran fiesta. Pero poco después,
viniéndosele al ánimo un extraño pensamiento, esto es, de querer con larga
experiencia y con cosas intolerables probar su paciencia, primeramente la hirió
con palabras, mostrándose airado y diciendo que sus vasallos muy descontentos
estaban con ella por su baja condición, y especialmente desde que veían que
tenía hijos, y de la hija que había nacido, tristísimos, no hacían sino murmurar.
Cuyas palabras oyendo la señora, sin cambiar de gesto ni de buen talante en
ninguna cosa, dijo:
-Señor
mío, haz de mí lo que creas que mejor sea para tu honor y felicidad, que yo
estaré completamente contenta, como que conozco que soy menos que ellos y que
no era digna de este honor al que tú por tu cortesía me trajiste.
Gualtieri
amó mucho esta respuesta, viendo que no había entrado en ella ninguna soberbia
por ningún honor de los que él u otros le habían hecho. Poco tiempo después,
habiendo con palabras generales dicho a su mujer que sus súbditos no podían
sufrir a aquella niña nacida de ella, informando a un siervo suyo, se lo mandó,
el cual con rostro muy doliente le dijo:
-Señora,
si no quiero morir tengo que hacer lo que mi señor me manda. Me ha mandado que
coja a esta hija vuestra y que… -y no dijo más.
La
señora, oyendo las palabras y viendo el rostro del siervo, y acordándose de las
palabras dichas, comprendió que le había ordenado que la matase; por lo que
prestamente, cogiéndola de la cuna y besándola y bendiciéndola, aunque con gran
dolor en el corazón sintiese, sin cambiar de rostro, la puso en brazos del
siervo y le dijo:
-Toma,
haz por entero lo que tu señor y el mío te ha ordenado; pero no dejes que los
animales y los pájaros la devoren salvo si él lo mandase.
El
siervo, cogiendo a la niña y contando a Gualtieri lo que dicho había la señora,
maravillándose él de su paciencia, la mandó con ella a Bolonia a casa de una
pariente, rogándole que sin nunca decir de quién era hija, diligentemente la
criase y educase. Sucedió después que la señora se quedó embarazada, y al
debido tiempo parió un hijo varón, lo que carísimo fue a Gualtieri; pero no
bastándole lo que había hecho, con mayor golpe hirió a su mujer, y con rostro
airado le dijo un día:
-Mujer,
desde que tuviste este hijo varón de ninguna guisa puedo vivir con esta gente
mía, pues tan duramente se lamentan que un nieto de Giannúculo deba ser su
señor después de mí, por lo que dudo que, si no quiero que me echen, no tenga
que hacer lo que hice otra vez, y al final dejarte y tomar otra mujer. La mujer
le oyó con paciente ánimo y no contestó sino:
-Señor
mío, piensa en contentarte a ti mismo y satisfacer tus gustos, y no pienses en
mí, porque nada me es querido sino cuando veo que te agrada.
Luego de
no muchos días, Gualtieri, de aquella misma manera que había mandado por la
hija, mandó por el hijo, y semejantemente mostrando que lo había hecho matar, a
criarse lo mandó a Bolonia, como había mandado a la niña; de la cual cosa, la
mujer, ni otro rostro ni otras palabras dijo que había dicho cuando la niña, de
lo que Gualtieri mucho se maravillaba, y afirmaba para sí mismo que ninguna
otra mujer podía hacer lo que ella hacía: y si no fuera que afectuosísima con
los hijos, mientras a él le placía, la había visto, habría creído que hacía
aquello para no preocuparse más de ellos, mientras que sabía que lo hacía como
discreta. Sus súbditos, creyendo que había hecho matar a sus hijos mucho se lo
reprochaban y lo reputaban como hombre cruel, y de su mujer tenían gran
compasión; la cual, con las mujeres que con ella se dolían de los hijos muertos
de tal manera nunca dijo otra cosa sino que aquello le placía a aquel que los
había engendrado.
Pero
habiendo pasado muchos años después del nacimiento de la niña, pareciéndole
tiempo a Gualtieri de hacer la última prueba de la paciencia de ella, a muchos
de los suyos dijo que de ninguna guisa podía sufrir más el tener por mujer a
Griselda y que se daba cuenta de que mal y juvenilmente había obrado, y por
ello en lo que pudiese quería pedirle al Papa que le diera dispensa para que
pudiera tomar otra mujer y dejar a Griselda; de lo que le reprendieron muchos
hombres buenos, a quienes ninguna otra cosa respondió sino que tenía que ser
así. Su mujer, oyendo estas cosas y pareciéndole que tenía que esperar volverse
a la casa de su padre, y tal vez a guardar ovejas como había hecho antes, y ver
a otra mujer tener a aquel a quien ella quería todo lo que podía, mucho en su
interior sufría; pero, tal como había sufrido otras injurias de la fortuna, así
se dispuso con tranquilo semblante a soportar ésta. No mucho tiempo después,
Gualtieri hizo venir sus cartas falsificadas de Roma, y mostró a sus súbditos
que el Papa, con ellas, le había dado dispensa para poder tomar otra mujer y
dejar a Griselda; por lo que, haciéndola venir delante, en presencia de muchos
le dijo:
-Mujer,
por concesión del Papa puedo elegir otra mujer y dejarte a ti; y porque mis
antepasados han sido grandes gentileshombres y señores de este dominio,
mientras los tuyos siempre han sido labradores, entiendo que no seas más mi
mujer, sino que te vuelvas a tu casa con Giannúculo con la dote que me
trajiste, y yo luego, otra que he encontrado apropiada para mí, tomaré.
La mujer,
oyendo estas palabras, no sin grandísimo trabajo (superior a la naturaleza
femenina) contuvo las lágrimas, y respondió:
-Señor
mío, yo siempre he conocido mi baja condición y que de ningún modo era
apropiada a vuestra nobleza, y lo que he tenido con vos, de Dios y de vos sabía
que era y nunca mío lo hice o lo tuve, sino que siempre lo tuve por prestado;
os place que os lo devuelva y a mí debe placerme devolvéroslo: aquí está
vuestro anillo, con el que os casasteis conmigo, tomadlo. Me ordenáis que la
dote que os traje me lleve, para lo cual ni a vos pagadores ni a mí bolsa ni
bestia de carga son necesarios, porque de la memoria no se me ha ido que
desnuda me tomasteis; y si creéis honesto que el cuerpo en el que he llevado
hijos engendrados por vos sea visto por todos, desnuda me iré; pero os ruego,
en recompensa de la virginidad que os traje y que no me llevo, que al menos una
camisa sobre mi dote os plazca que pueda llevarme.
Gualtieri,
que mayor gana tenía de llorar que de otra cosa, permaneciendo, sin embargo,
con el rostro impasible, dijo:
-Pues
llévate una camisa.
Cuantos
en torno estaban le rogaban que le diera un vestido, para que no fuese vista
quien había sido su mujer durante trece años o más salir de su casa tan pobre y
tan vilmente como era saliendo en camisa; pero fueron vanos los ruegos, por lo
que la señora, en camisa y descalza y con la cabeza descubierta,
encomendándoles a Dios, salió de casa y volvió con su padre, entre las lágrimas
y el llanto de todos los que la vieron. Giannúculo, que nunca había podido
creer que era cierto que Gualtieri tenía a su hija por mujer, y cada día
esperaba que sucediese esto, había guardado las ropas que se había quitado la
mañana en que Gualtieri se casó con ella; por lo que, trayéndoselas y
vistiéndose ella con ellas, a los pequeños trabajos de la casa paterna se
entregó como antes hacer solía, sufriendo con esforzado ánimo el duro asalto de
la enemiga fortuna. Cuando Gualtieri hubo hecho esto, hizo creer a sus súbditos
que había elegido a una hija de los condes de Pánago ; y haciendo preparar grandes
bodas, mandó a buscar a Griselda; a quien, cuando llegó, dijo:
-Voy a
traer a esta señora a quien acabo de prometerme y quiero honrarla en esta
primera llegada suya; y sabes que no tengo en casa mujeres que sepan arreglarme
las cámaras ni hacer muchas cosas necesarias para tal fiesta; y por ello tú,
que mejor que nadie conoces estas cosas de casa, pon en orden lo que haya que
hacer y haz que se inviten las damas que te parezcan y recíbelas como si fueses
la señora de la casa; luego, celebradas las bodas, podrás volverte a tu casa.
Aunque
estas palabras fuesen otras tantas puñaladas dadas en el corazón de Griselda,
como quien no había podido arrojar de sí el amor que sentía por él como había
hecho la buena fortuna, repuso:
-Señor
mío, estoy presta y dispuesta.
Y
entrando, con sus vestidos de paño pardo y burdo en aquella casa de donde poco
antes había salido en camisa, comenzó a barrer las cámaras y ordenarlas, y a
hacer poner reposteros y tapices por las salas, a hacer preparar la cocina, y
todas las cosas, como si una humilde criadita de la casa fuese, hacer con sus
propias manos; y no descansó hasta que tuvo todo preparado y ordenado como
convenía. Y después de esto, haciendo de parte de Gualtieri invitar a todas las
damas de la comarca, se puso a esperar la fiesta, y llegado el día de las
bodas, aunque vestida de pobres ropas, con ánimo y porte señorial a todas las
damas que vinieron, y con alegre gesto, las recibió. Gualtieri, que
diligentemente había hecho criar en Bolonia a sus hijos por sus parientes (que
por su matrimonio pertenecían a la familia de los condes de Pánago), teniendo
ya la niña doce años y siendo la cosa más bella que se había visto nunca, y el
niño que tenía seis, había mandado un mensaje a Bolonia a su pariente rogándole
que le pluguiera venir a Saluzzo con su hija y su hijo y que trajese consigo
una buena y honrosa comitiva, y que dijese a todos que la llevaba a ella como a
su mujer, sin manifestar a nadie sobre quién era ella. El gentilhombre,
haciendo lo que le rogaba el marqués, poniéndose en camino, después de algunos
días con la jovencita y con su hermano y con una noble comitiva, a la hora del
almuerzo llegó a Saluzzo, donde todos los campesinos y muchos otros vecinos de
los alrededores encontró que esperaban a esta nueva mujer de Gualtieri. La
cual, recibida por las damas y llegada a la sala donde estaban puestas las
mesas, Griselda, tal como estaba, saliéndole alegremente al encuentro, le dijo:
-¡Bien
venida sea mi señora!
Las
damas, que mucho habían (aunque en vano) rogado a Gualtieri que hiciese de
manera que Griselda se quedase en una cámara o que él le prestase alguno de los
vestidos que fueron suyos, se sentaron a la mesa y se comenzó a servirles. La
jovencita era mirada por todos y todos decían que Gualtieri había hecho buen
cambio, y entre los demás Griselda la alababa mucho, a ella y a su hermano.
Gualtieri, a quien parecía haber visto por completo todo cuanto deseaba de la
paciencia de su mujer, viendo que en nada la cambiaba la extrañeza de aquellas
cosas, y estando seguro de que no por necedad sucedía aquello porque muy bien
sabía que era discreta, le pareció ya hora de sacarla de la amargura que
juzgaba que bajo el impasible gesto tenía escondida; por lo que, haciéndola
venir, en presencia de todos sonriéndole, le dijo:
-¿Qué te
parece nuestra esposa?
-Señor
mío -repuso Griselda-, me parece muy bien; y si es tan discreta como hermosa,
lo que creo, no dudo de que viváis con ella como el más feliz señor del mundo;
pero cuanto está en mi poder os ruego que las heridas que a la que fue antes
vuestra causasteis, no se las causéis a ésta, que creo que apenas podría
sufrirlas, tanto porque es más joven como porque está educada en la blandura
mientras aquella otra estaba educada en fatigas continuas desde pequeñita.
Gualtieri,
viendo que creía firmemente que aquélla iba a ser su mujer, y no por ello decía
algo que no fuese bueno, la hizo sentarse a su lado y dijo:
-Griselda,
tiempo es ya de que recojas el fruto de tu larga paciencia y de que quienes me
han juzgado cruel e inicuo y bestial sepan que lo que he hecho lo hacía con
vistas a un fin, queriendo enseñarte a ser mujer, y a ellos saber elegirla y
guardarla, y lograr yo perpetua paz mientras contigo tuviera que vivir; lo que,
cuando tuve que tomar mujer, gran miedo tuve de no conseguirlo; y por ello,
para probar si era cierto, de cuantas maneras sabes te herí y te golpeé. Y como
nunca he visto que ni en palabras ni en acciones te hayas apartado de mis
deseos, pareciéndome que tengo en ti la felicidad que deseaba, quiero devolverte
en un instante lo que en muchos años te quité y con suma dulzura curar las
heridas que te hice; y por ello, con alegre ánimo recibe a ésta que crees mi
esposa, y a su hermano, como tus hijos y míos: son los mismos que tú y muchos
otros durante mucho tiempo habéis creído que yo había hecho matar cruelmente, y
yo soy tu marido, que sobre todas las cosas te amo, creyendo poder jactarme de
que no hay ningún otro que tanto como yo pueda estar contento de su mujer.
Y dicho
esto, lo abrazó y lo besó, y junto con ella, que lloraba de alegría, poniéndose
en pie fueron donde su hija, toda estupefacta, había estado sentada escuchando
estas cosas; y abrazándola tiernamente, y también a su hermano, a ella y a
muchos otros que allí estaban sacaron de su error. Las damas, contentísimas,
levantándose de las mesas, con Griselda se fueron a su alcoba y con mejores
augurios quitándole sus rópulas, con un noble vestido de los suyos la volvieron
a vestir, y como a señora, que ya lo parecía en sus harapos, la llevaron de nuevo
a la sala. Y haciendo allí con sus hijos maravillosa fiesta, estando todos
contentísimos con estas cosas, el solaz y el festejar multiplicaron y alargaron
muchos días; y discretísimo juzgaron a Gualtieri, aunque demasiado acre e
intolerable juzgaron el experimento que había hecho con su mujer, y
discretísima sobre todos juzgaron a Griselda. El conde de Pánago se volvió a
Bolonia luego de algunos días, y Gualtieri, retirando a Giannúculo de su
trabajo, como a su suegro lo puso en un estado en que honradamente y con gran
felicidad vivió y terminó su vejez. Y él luego, casando altamente a su hija,
con Griselda, honrándola siempre lo más que podía, largamente y feliz vivió.
¿Qué podría decirse aquí sino que también sobre las casas pobres llueven del
cielo los espíritus divinos, y en las reales aquellos que serían más dignos de
guardar puercos que de tener señorío sobre los hombres? ¿Quién más que Griselda
habría podido, con el rostro no solamente seco, sino alegre, sufrir las duras y
nunca oídas pruebas a que la sometió Gualtieri? A quien tal vez le habría
estado muy merecido haber dado con una que, cuando la hubiera echado de casa en
camisa, se hubiese hecho sacudir el polvo de manera que se hubiese ganado un
buen vestido.
miércoles, 27 de septiembre de 2017
Películas con relatos enmarcados
Esta semana, los alumnos de 1° año estuvieron dando exposiciones sobre películas o series elegidas por ellos, que incluyeran narraciones incluidas, es decir, que desde un marco espacial, temporal, determinado, se abra una historia que tenga o no que ver con los personajes de base y luego retorne a esa instancia primera. Compartimos a continuación algunos de los afiches realizados para tal actividad que comprendieron tan bien =)
"Metegol" |
"Matilda" |
"La vida de Pi" |
"El Lorax" |
"How I met your mother" |
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